Uno de los mayores retos para un perro recién adoptado es aprender a gestionar la soledad. Muchos de ellos han sufrido abandonos y desarrollan ansiedad por separación. La buena noticia es que, con paciencia y una buena rutina, podemos ayudarles a entender que siempre volveremos a casa.
El truco principal es la desensibilización. Empieza con ausencias muy cortas: sal de casa solo por uno o dos minutos y vuelve a entrar con total normalidad, sin grandes fiestas. Ignórale hasta que se calme y entonces prémiale. Aumenta este tiempo de forma gradual y nunca de manera lineal: un día 10 minutos, al siguiente 5, luego 15. Esto evita que el perro anticipe el tiempo que estarás fuera.
Además, es fundamental que no asocie tu marcha con algo negativo. Unos minutos antes de irte, dale un juguete interactivo relleno de comida (como un Kong) para que su mente esté ocupada en algo positivo. Y lo más importante: evita las despedidas largas y dramáticas. Ponte los zapatos, coge las llaves y sal con naturalidad. Tu calma es el mejor mensaje que puedes transmitirle.










